Después de nuestro fracaso en el Breiflogtinden y con un tiempo mucho más aceptable nos desplazamos con todo el equipo a Henningsvaer, una pequeña población de pescadores sobre la que se levanta un atractivo macizo en el que, desde hace unos pocos años, los escaladores forman ya parte de la fauna local.
El Climbing Cafe es un local situado en el centro del pueblo, en el que se dan cita todas las tardes algunos de los ejemplares de esta pintoresca fauna.
Montamos las tiendas en el único espacio libre que encontramos. Este año encuentro allí muchos más escaladores que en años anteriores. Las Lofoten se van popularizando poco a poco. La acampada allí es libre, pero el terreno es algo escaso y los mejores sitios están ya ocupados.
Al día siguiente, para ir entrando en contacto con el ambiente escalamos algunas vías de dos o tres largos en el Sector Gandalf, el más cercano a la zona de acampada. Repito con mis compañeros alguna de las vías que ya conocía de otros años y escalamos también alguna que no conozco de las que se recomiendan en la nueva guía de escaladas en las Lofoten. Pasamos una agradable jornada seguida de una buena comida con abundante cerveza en el Climbing Cafe.
Ramón Turrado en Gandalfs kamin
Angel en el primer largo de Gamle Re Los días siguientes continuamos con nuestra “frenética” actividad interrumpida por una jornada de mal tiempo que aprovechamos para ir a explorar un atractivo espolón que proponen en la guía como una de las posibilidades para alguna nueva apertura. Es cierto que promete, pero está algo alejado y la aproximación entre bloques por la orilla del mar resulta incómoda. De todos modos, Angel y yo acordamos hacer un intento si el tiempo mejora, sobre todo para quitarnos de encima algunos de los clavos que hemos porteado de aquí para allá desde que salimos de casa.
El autor en Skiloperen El 25 de julio el tiempo no es bueno. Hay muchas nubes amenazadoras y sopla un viento frío, pero aún así hacemos la mochila y a las nueve salimos para allá (en un cuarto y último capítulo contaré los pormenores de esta aventura). Mientras Angel y yo peleamos en esta nueva ruta, Luque y Ramón han hecho alguna otra interesante vía de las que se van haciendo ya clásicas en la zona de Henningsvaer.
Luque en el segundo largo de Lundeklubben El día 27 mientras descansamos lavando ropa y demás, aparece por allí mi amigo Alfonso. Viene desde las Vesteralen para pasar los últimos días con nosotros. Esa noche nos echamos unas buenas risas en el Climbing Café y al día siguiente vamos a escalar todos juntos a Djupfjord. Este pequeño valle es uno de los lugares más atractivos de la zona. Ocupado en su fondo por un fiordo seguido de un lago y franqueado por altos picos de un granito excepcional es una interesante zona de escalada aún por descubrir en gran medida.
Ramón en el 4º largo de la clásica Bare blabaer
Angel en el tercer largo de la Thiras Mirith Ramón y Luque hacen con Alfonso la Clásica Bare Blabaer mientras Angel y yo escalamos justo a la derecha la Thiras Mirith. Un día esplendido: varios largos sobre roca de una gran calidad en las dos vías, buena compañía, paisaje magnífico... No se puede pedir más.
Al día siguiente recogemos el campamento y lo metemos todo en un remolque que nos ha prestado Andrés, un mallorquín afincado en Henningsvaer desde hace años, enganchamos el remolque al coche de Alfonso y tiramos para Moskenes, donde tomaremos el barco nuevamente para comenzar el regreso a casa. En la cuarta parte de esta historieta podeis ver un poco de nuestra apertura en el Espolón Asturias. |