Gelo dormita sentado sobre una mata de arándanos en una estrecha repisa inclinada a 300 metros sobre un mar enrojecido por los primeros rayos del sol que apenas se ha escondido detrás de nuestra montaña al oeste cuando de nuevo aparece por el este. Mientras, yo golpeo cadenciosamente el burilador perforando lentamente el duro granito para instalar nuestro primer rapel.
Llevamos cerca de 14 horas escalando este espolón y aunque todavía quedan algunos metros para llegar a su fin, decidimos terminar aquí la vía. El terreno ahora es más tumbado y fácil y el espolón acaba en laderas lejos de ninguna cumbre. Podríamos sacar todavía un par de largos más fáciles, pero la tónica general aquí (como en muchas otras zonas modernas) es la de abrir las vías hasta donde el terreno afloja y montar rapeles para bajar.
Cuando salimos del campamento por la mañana no contábamos con llegar tan lejos. Todo estaba encapotado, amenazando lluvia. Decidimos salir de todos modos, al menos para hacer el porteo y abrir algún largo inicial. Con ese ánimo comenzamos a escalar a eso de las 10:30 después de una aproximación larga y penosa. El terreno por el borde del mar es incómodo: bloques, vegetación y algún que otro trepe y destrepe, que con la carga resultan agotadores.
 El espolón Asturias y los aperturistas a la salida del campamento
El itinerario es de lo más evidente. No hay que rebuscar. Todo el espolón es para nosotros. Un primer largo con entrada por un “Off width” vertical que nos pone las pilas rápidamente. Luego una fisura más llevadera y una placa de adherencia para llegar a una especie de nicho con un arbolito. Dejamos tres clavos para rapelar al descenso. Angel ha resuelto el largo límpiamente.
El segundo largo es un sistema de fisuras y diedros que me conduce a una estrecha repisa bajo un gran bloque. Allí quedan dos buenos clavos para la bajada.
 Miguel Angel en las fisuras del segundo largo
Angel toma su turno y abre el tercer largo, algo más difícil consistente en una fisura bonita y algo exigente para llegar al pie del diedro característico que en todo momento nos llamó la atención desde la base. No encuentra un sitio cómodo ni protegible ni con clavos ni con empotradores allí mismo y se tiene que desplazar unos metros a la derecha para meter un parabolt sobre una repisita ínfima. Una reunión con ambientazo.
 Gelo burilando para montar el tercer relevo
Me toca el cuarto largo. El que parece y en efecto resultó ser el más difícil y comprometido, pero también el más estético. Se trata de un diedro casi perfecto rematado por un techo. Todo él ofrece una fisura perfecta para ir asegurando la progresión, salvo en el techo, donde la fisura ya no es tan franca. Al principio, la fisura es ancha y difícil de escalar en libre, por lo que opto por dar algunos pasos de artificial, luego a mitad del diedro una providencial fisura parte del diedro por la izquierda atravesando en diagonal la gran placa de granito. Es el camino ideal por el momento y por ahí sigo.
 El autor entrando en el Off width del cuarto largo
Casi todo el tiempo el ancho de la fisura es como para el camalot rojo y como sólo tengo dos en la cinta del material tengo que descolgarme un par de veces para recuperar el que he dejado más abajo. De todos me sobra el azul, el más grande de los que llevamos, que cargo hasta arriba inútilmente. En todo caso el largo es espectacular y muy bonito y aunque es difícil lo voy protegiendo muy bien con el material que llevo, aunque con algún que otro descuelgue para recuperar alguna pieza.
El tiempo sigue encapotado y frío. Escalamos con toda la ropa que llevamos puesta. No obstante, nos está dando cuartel y avanzamos sin contratiempos. En la cuarta reunión, sobre una buena vira, meto dos o tres empotradores que a la bajada sustituiremos por dos buenos clavos.
Angel llega alucinado por la belleza del largo que acaba de limpiar y sin más preámbulos comienza a abrir el quinto largo. A medio largo encuentra una placa inprotegible y difícil que le hace dudar y dar unos cuantos tientos hasta que decide meter un nuevo parabolt. ¡Pobre! le tocan todos. Esta labor es muy penosa ya que, sin saber porque, hemos traído una broca algo gastada y hay que dar unos cuantos cientos de martillazos para abrir el furaco.
Después de meter este agotador seguro y un plomo supera el paso y ya sin más contratiempos alcanza una repisa donde monta reunión.
 Miguel Angel en el diedro de salida del sexto largo
El sexto largo corre ahora a mi cargo. Unos pocos metros asquerosos sobre roca húmeda y con vegetación me dejan en una estrecha vira inclinada que me ayuda a alcanzar a la izquierda un bonito diedro que resuelvo rápidamente para llegar a una vira tapizada de arándanos rastreros, donde monto reunión con dos empotradores.
El terreno que se ve por encima es todavía prometedor, aunque más fácil. Estamos bastante cansados y no tenemos ni comida ni agua. Continuar hasta salir del espolón para bajar andando supondría todavía algunas horas más de actividad. Es verdad que el tiempo ha mejorado algo y parece que la tendencia es mejorar del todo, pero decidimos terminar aquí la vía. Meto un tercer parabolt para rapelar de éste y uno de los empotradores y comenzamos la larga rapelada.
 MACIZO DEL KVANNDALSTINDEN. ESPOLON ASTURIAS
|
