Nuevamente aterrizamos en Kiruna para hacer otro intento a la cumbre más alta de Suecia: el Kebnekaise (2106 m), situada en el macizo del mismo nombre, en el extremo septentrional del país: La Laponia sueca.
Si el año pasado apenas había nevado en el macizo y era el hielo lo que dominaba en todas sus cumbres, este año llegamos en plena racha de grandes nevadas.
Nuestro proyecto era atravesar el macizo de norte a sur ascendiendo con los esquís a unas cuantas cumbres, pero dada la mala climatología existente tenemos que recurrir, igual que el año pasado, a un plan "B". Parece que las previsiones son más halagüeñas para las montañas de Noruega en estos primeros días de nuestra estancia en Escandinavia y con un indice de fiabilidad reducido, el tiempo mejoraría en el Kebnekaise al final de nuestras vacaciones.
Así pues, Repetimos la jugada del año pasado: alquilamos un par de vehículos y con todos los trastos nos desplazamos a las Islas Lofoten, otro de los paraísos del esquí de montaña en tierras árticas.
En seis horas de viaje llegamos a Svolvaer, capital de las Lofoten. Allí negociamos el alquiler de una casa típica de estas islas, desde donde hacemos unas cuantas cumbres con los esquís, gozando de una excelente nieve polvo y de unos paisajes idílicos. Es la cara cómoda y lúdica de la moneda, en contraposición con la gran aventura ártica que teníamos planteada en el Kebnekaise.
Svolvaer, capital de las Islas Lofoten
Algunos de nosotros conocemos estas islas de otros viajes en época estival en los que vinimos con planes completamente distintos (escalada, montañismo y Kayak) y es un placer ver estas montañas que emergen del mar cubiertas de nieve.
El Pilan de 828 m y Dalheia de 620 m, completando así más de mil metros de desnivel, son la inauguración de nuestras actividades en las islas. En días sucesivos caerán otras clásicas del esquí de montaña en las Lofoten, que nos regalan una fantástica nieve en polvo, algo venteada en ocasiones. Así pasamos los cuatro primeros días de nuestro periplo por tierras árticas.
En la cumbre del Dalheia
El macizo del Troll visto desde la cumbre del Dalheia
Ascendiendo al Rundfjellet de 803 m
En la arista cimera del Rundfjellet
Esquiando en la cara este del Rundfjellet
Esquiando en la cara este del Rundfjellet
Esquiando en la cara este del Rundfjellet
Se confirma la previsión de mejoría del tiempo en la Laponia sueca, así que, sin más preámbulos, emprendemos el viaje de vuelta a Kiruna para entrar en el Kebnekaise con las motos de nieve y probar suerte en techo de Suecia.
Tras el viaje en coche y en moto de nieve el día 15 de abril, emprendemos la ascensión del Kebne el día 16 con los últimos coletazos del temporal. El ascenso, entre nubes, resulta de lo más espectacular, especialmente al atravesar el alto plató glaciar que se antepone a la muralla oriental que defiende a la cumbre. Esta ancha muralla, de más de dos kilómetros de largo y unos 350 m de altura media, debe superarse con esquís en la mochila y con la ayuda de cuerdas fijas que los guías del Kebne tienen allí instaladas para facilitar el paso de sus clientes. Sin estas cuerdas, la ascensión por esta vertiente sería sensiblemente más complicada.
Atravesando el plató glaciar Bjorlings, en la vertiente este del Kebne
Iniciando la escalada de la pared este del Kebnekaise
Saliendo del corredor final en la pared este del Kebne
La arista cimera es un verdadero campo de carámbanos de hielo algo complicado de ascender con los esquís y aún más complicado de descenderlo, pero mejor con ellos que sin ellos. Nos sorprende encontrar una pequeña cabaña a la salida del muro y otra ya muy cerca de la cumbre. Esta última debe de ser nueva, porque no viene reflejada en el mapa. Esta claro que estas ayudas hacen que esta cumbre sea ascendida por numerosos grupos cada temporada con un bajo indice de siniestralidad. No sabría decir la temperatura que tenemos, pero para estos días daban entre -12º C y -18º C con sensaciones térmicas cercanas a los -25º C a causa del viento. Tanto los suecos como los noruegos tienen instalados estos pequeños refugios en puntos estratégicos de las montañas y seguro que han salvado más de una vida.
En la cima del Kebnekaise
No se puede decir que el Kebnekaise sea una buena montaña para el esquí. La arista cimera llena de sastrugis congelados no es el terreno ideal para disfrutar del esquí. Luego los rapeles en la muralla E y una buena remada en el plató glaciar. De los 1500 m de desnivel de descenso total, sólo nos queda para esquiar disfrutando los 850 m del Jokelbacken, el ancho valle-canal del inicio de la ascensión. Pero eso sí, con una nieve polvo extraordinaria. Toda una recompensa.
Al día siguiente, con el anticiclón ya totalmente instalado en el macizo, hacemos otras dos cumbres. Celia y Gundo ascienden al Kebnetjakka, de 1763 m (que hiciéramos nosotros el año pasado) mientras Berta, Pili, Miguel y yo subimos al hombro NE del Skárttoalvi de 1744 m, donde gozamos de una espectacular panorámica del macizo y de un divertido descenso sobre la mejor en polvo.
En el Skárttoalvi, con el Kebnekaise al fondo
Panorámica del Kebnekaise desde el Skárttoalvi con el trazado de la ruta de la vertiente este
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